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Kylie

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No sabemos si Kylie va o vuelve, si está en el ponte bien o en el estate quieta. En todos los asuntos relativos de la vida, en los encuentros con simples seres humanos, Kylie es siempre la referencia total, la que pone las coordenadas del espacio y del tiempo, la que lleva el glamour con detalles rococó.

Kylie se viste para que todos la vean fascinante, para que la miren como si fuese una aparición, una diosa, una diva, y ya nunca puedan olvidarla.

Tiene las medidas generosas de una soprano, y en la foto parece una mujer seria o preocupada o ausente, con la mirada perdida de una pepona.

Kylie está donde está porque se lo ha ganado, naturalmente, su madre quería que pusiera una tienda de pocas cosas tranquilas, quizá de prendas íntimas o de artículos de regalo, pero Kylie tenía una fiebre interior y la pasión de ánimo de una maría antonieta, así que necesitaba una vida a lo grande, un destino tremendo con la hoguera de las vanidades ardiendo en el centro y enormes mansiones con cuadras de caballos y viajes alrededor del sol y amores y amantes.

Viéndola ahora, con la capa caída y el perrito en el regazo, se impone una pregunta: ¿se está cumpliendo el destino por el que Kylie renunció a un buen negocio de prendas íntimas?

Sara Sampaio

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Sara va de muchacha portuguesa de la vida, de la calle, del mundo. Sigue teniendo, claro, una belleza excepcional, hasta es posible que apreciemos más y mejor su belleza al verla en seco, en mortal, en humana a la que podríamos preguntarle dónde está la parada del tranvía –con el riesgo de no poder olvidarla nunca más-.

Luego, más tarde, otro día, los encargados harán que su belleza excepcional sea galáctica, increíble, mágica, insoportable: algo por lo que se podría morir. Ahora, con su bolsito al hombro y el pelo que no ha tenido tiempo de lavarse, Sara podría ser la vecina guapísima que, siendo niños, nos hizo sentir por primera vez el poderío de la belleza; los terribles síntomas del enamoramiento instantáneo y eterno; la imagen de una mujer que no podía ser solamente humana. Y mientras, Sara, siempre rodeada de pretendientes, iba haciendo sus cursos de contabilidad, de inglés, de informática, de vida.

Cuando nos cruzábamos con Sara por la escalera, nuestros cables de conexión con la actualidad, con la realidad, quedaban fundidísimos, y tardábamos dos o tres horas a reponernos de lo más crudo del calambrazo, claro, entre atontados, encantados y embelesados: felicísimos.

Emily and the Blackouts

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¡Es viernes!, comienza a pegar fuerte el astro Sol y en Criaturas Salvajes… ¡estrenamos nuevo maquillaje!. Nuestro cerebro cibernético, Ángel Ferrer, se ha empeñado esta semana en currar de lo lindo y no contento con ofrecernos un ‘Merodeo’ versado en la Musa LINDA VOJTOVA, nos hace un lavado de cara de aúpa. Mira que era reticente al cambio con lo que me gustaba la plantilla anterior, pero tengo que reconocer que…¡esta mola maaazo!!. Es tan ‘deluxe’, apetece tanto investigar por aquí y por allá, descubrir cositas, no sé, se nota que estoy emocionado, ¡estamos emocionados mi camarada Mr B y un servidor!. No me queda otra que agradecerle desde aquí de forma oficial todo el esfuerzo y la ilusión que le pone a la hora de ponernos en bandeja una website de auténtica categoría, como muy pocas váis a poder ver por ahí. ¡GRACIAS!

Pero esta semana también ha sido lunes y, antes del cambio, mi compañero Bernardo se desmarcó de nuevo con otra sorpresa llamada DIANE AND THE GENTLEMEN, rock’n’roll de autor, serio y comprometido, un constatado ‘must’ para todo aquel que guste de relacionar el rock con estos adjetivos.

Para este viernes y ya en mi caso personal, voy a ventilar de un plumazo la seriedad y el compromiso de principios de semana porque vuelvo, creo, por la puerta grande al punk rock con una CxS y una banda que acaba de lanzar su debut, hoy es el día que coronaremos a EMILY ALLIN y sus EMILY AND THE BLACKOUTS!!!…

Y para ir calentando el ambiente su recién estrenado videoclip, un montaje de imágenes muy alusivo a estos tiempos locos y en confinamiento que nos está tocando vivir…

Formados en 2016 en la localidad de Riverside, California, al Este de L.A., el cuarteto formado por su absoluta líder, Emily Allin aka ‘Queen Of Raunch’ (raw vocals), Johnny Poison (punk bass), Eddie Casillas (sex guitar) y Jerry O’Neill (excesive drums) -estos dos últimos integrantes originales de los conocidos Voodoo Glow Skulls-, echan chispas desde su comienzo y no tardan en saber que, para llegar lejos, se tendrán que pelar el culo y las pelotas en cualquier garito que requiera de sus servicios. Obligatorio dejarse la piel tocando e interpretando su particular concepción del rock en donde la locura y el desenfreno, los tintes góticos de Emily y su fascinación por The Cramps y, obviamente, por el magnetismo de Poison Ivy hacen de todo esto su santo y seña tanto estética como compositivamente.

Su propuesta sónica está claramente enfocada hacia el underground facturando un Rock’N’Roll muy punkarra con algún momento hardrockero que te va a recordar irremediablemente a los Distillers de Brody Dalle con esos desgarradores vocales de la portentosa y excesiva ‘Queen of Raunch’. La banda irá editando singles en todos estos años que le permiten grangearse un nombre en todo el estado californiano comenzando a compartir cartel abriendo para grandes popes del movimiento old school punk como Agent Orange, D.I. (no confundir con D.R.I.), Mentors o Radolescents entre otros tantos…

Pero ya era hora de que publicasen algo más serio y, precisamente uno de los primeros días del nuestro confinamiento patrio a mitad de marzo, se desmarcan con un E.P. debut homónimo que va a ser su carta de presentación perfecta para expandir su veneno rock’n’roler. Los nueve temas de que se compone su Opera Prima se pasan en un suspiro, son veinte minutos a toda hostia, con mucha actitud vacilona y mucha mala baba también como así demuestra su crudísimo «Out For Blood» inicial. Cortes igual de entregados y sucios como «Nop», la jugosa cover de Rose Tattoo, re-titulada «Nice Girls», y «Cunt» muestra ese ‘a piñón’ que la banda a buen seguro demuestra encima de un escenario. El Rock’n’Roll también hace acto de presencia, con riffs muy deudores de Chuck Berry con el super catchy «Crazy Girl» y «Slam Into Me», incluso hasta el horror punk que tanto sé que debe gustar a nuestra protagonista muestra sus colmillos en «Dead Eyes» con ese riff oscurillo y post punk y la inclusión de tecladitos inquietantes en claro contraste con mi tema preferido y uno de los más pegadizos del disco, el enérgico y sincopado «Don’t Talk To Me». En fin, un E.P. que se pasa en un suspiro y que es un perfecto bálsamo rockero para seguir pensando que la vida puede seguir siendo bella y llena de emociones intensas.

La ‘BOLA EXTRA’ que os viene también va a ser condensadita pero no exenta de emociones fuertes je, je, je… ¡Hasta la semana que viene!, no dejeis de investigar por la web, seguro que os sorprendeis con muchas sorpresas que estaban ‘ocultas’…

Linda Vojtova

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Quizá Linda esté dentro de la estética, del estilo, de la cosa hippie de la vida. Está hermosa de rasgos excesivos: de nariz larga y de boca de tres dimensiones, en la que puede ponerse hasta los dientes triples de comer en crudo.

Quizá ha venido temprano a otros asuntos y se ha quedado ahí, apoyada en la pared azul, tal vez solamente por llevar la contraria a la prisa o al paso del tiempo, o para sentir que su tiempo es suyo, a veces, entre el deseo y los pulserones.

Merodeando con sencillez, uno aprecia sus brazos largos y delgados, y la longitud arácnida de los dedos, y ese estar tranquilo que tiene, entre su dónde y su cuándo, tremendamente sensual. Tal vez, mientras tanto, Linda saborea la canción estupenda.

Lleva una blusa, un top escaso que desiguala con ese brazo que ha subido a lo más alto del cráneo, quizá para tocar los barrotes del techo o para abrir la séptima ventana y que así corra el aire por toda la estancia.

No sabemos si lo suyo, lo natural, lo propio, es el pelo claro o las plumas rojas, aunque es posible que las plumas sean el adorno que ata esas trenzas que lleva escondidas entre el pelo y el pelo, esas trenzas secretas.

Lánguidamente su licor tal vez gotea desde la punta de su nariz; a Linda todo, casi todo le sucede lánguidamente y con una sobredosis de sensualidad, entre síncope y síncope. Y, con todo, ¿quién no enseña el ombligo, cuando puede, en condición aumentativa? ¿quién no enarbola el brazo para sentirse parte del bosque? ¿quién no oculta sus trenzas infinitas para hacerlas secretas? ¿quién no aprovecha la ocasión de ser gallina negra?

Entre el tórax y el tórax, lleva un collar, un colgante metálico de geometría y piedrecitas. Linda está a lo suyo, que no es propiamente lo suyo, sino lo de muchos, lo de muchísimos, virtualmente lo de todos, quizá por esa deriva panteísta que tiene lo hippie o, más sencillamente, por esa inclinación universal que tiene su corazón, que es como un pez rojo de sangre que nada despacio, limpiándose las agallas, haciendo con travesura burbujas y burbujones, dejándose querer.